En el Día Mundial de la Vida Silvestre, reflexionamos sobre nuestra responsabilidad de proteger la maravillosa diversidad de la vida en nuestro planeta. Y reconocemos nuestro lamentable fracaso.
Las actividades humanas están arrasando con bosques, junglas, tierras agrícolas, océanos, ríos, mares y lagos otrora florecientes. Un millón de especies están al borde de la extinción por la destrucción del hábitat, la contaminación producida por los combustibles fósiles y el empeoramiento de la crisis climática. Debemos poner fin a la guerra contra la naturaleza.
La buena noticia es que tenemos las herramientas, los conocimientos y las soluciones para ello.
Este año se conmemora el 50º aniversario de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, que ha ayudado a proteger a miles de especies de plantas y animales. Y el acuerdo alcanzado el año pasado sobre el Marco Mundial Kunming-Montreal de la Diversidad Biológica supuso un paso importante hacia la recuperación de nuestro planeta.
Como se subraya en el tema de este año “Alianzas en favor de la conservación de la vida silvestre”, es preciso trabajar junto con los gobiernos, la sociedad civil y el sector privado para traducir este compromiso en acciones. Y ahora necesitamos medidas muy audaces para frenar las emisiones, acelerar el uso de energías renovables y fomentar la resiliencia al clima.
En ese camino, debemos situar en primer plano las voces de las comunidades locales y los Pueblos Indígenas, que son los custodios más eficaces de la diversidad biológica.
Hoy y cada día hagamos cada uno lo que nos corresponda para preservar los hábitats naturales y crear un futuro próspero para todos los seres vivos.