En el décimo aniversario del Día Internacional de la Niña, celebramos la vida y los logros de las niñas de todo el mundo.
Cuando reciben apoyo para hacer efectivos sus derechos humanos, las niñas pueden alcanzar su potencial y crear un mundo mejor para ellas mismas, sus comunidades y sus sociedades.
Cuando reciben educación, las niñas tienen más probabilidades de llevar una vida sana, productiva y satisfactoria.
Cuando reciben atención sanitaria adecuada, las niñas crecen con mayor confianza en sí mismas y autonomía corporal.
Cuando las niñas son conscientes de sus derechos, incluido el derecho a vivir sin ser amenazadas de violencia, las probabilidades de que se mantengan a salvo y denuncien los abusos son mayores.
Hoy en día, son muchas las niñas que tienen que hacer frente a enormes desafíos.
Quizás la pandemia de COVID-19 haya puesto fin a su educación.
Quizás un conflicto las haya obligado a abandonar su hogar.
Quizás no puedan ejercer sus derechos sexuales y reproductivos.
Me preocupa enormemente que se siga impidiendo la escolarización de las niñas en el Afganistán. Esto perjudica profundamente a las propias niñas y a un país que necesita de manera desesperada su energía y sus contribuciones.
Insto una vez más a los talibanes a que permitan que las niñas estudien.
Ahora más que nunca, debemos renovar nuestro compromiso de trabajar juntos para que las niñas disfruten de sus derechos y los ejerzan y para que puedan desempeñar un papel pleno e igualitario en sus comunidades y sociedades.
Invertir en las niñas es invertir en nuestro futuro común.
En el Día Internacional de la Niña, redoblemos nuestros esfuerzos para que las niñas de todo el mundo tengan acceso a la salud y a la educación y no corran peligro.