En el Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares, nos negamos a aceptar que el desarme nuclear sea un sueño utópico imposible de alcanzar.
Eliminar estos instrumentos que siembran la muerte no solo es posible, sino que también es necesario.
En estos tiempos de creciente división geopolítica, desconfianza y agresión directa, corremos el peligro de olvidar las terribles lecciones de Hiroshima, Nagasaki y la Guerra Fría y desencadenar un apocalipsis humanitario.
El mes pasado, en su Décima Conferencia de Examen, las partes en el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares estuvieron a punto de llegar a un acuerdo sustantivo y consensuado. Aunque en esa ocasión inigualable no se pudo obtener el resultado que tanto necesitamos, exhortamos a los Estados a que empleen todas las vías de diálogo, diplomacia y negociación posibles para rebajar las tensiones y reducir los riesgos.
En términos más generales, debemos plantear el desarme nuclear y la no proliferación desde una nueva perspectiva. La Nueva Agenda de Paz que propongo exige un verdadero desarme y un entendimiento común de las múltiples amenazas que nos acechan para poder acabar con la amenaza nuclear de una vez por todas.
La eliminación de las armas nucleares sería el mayor regalo que podríamos hacer a las generaciones futuras. En este importante día, comprometámonos a forjar un nuevo consenso para neutralizar por siempre la amenaza nuclear y lograr nuestro objetivo común de paz.