Nueva York (Naciones Unidas).- Cuando la educación se interrumpe, todo el mundo se ve afectado, en especial los estudiantes, los docentes y las familias.
Hoy, en este tercer Día Internacional de la Educación, rindo homenaje a su resiliencia ante una pandemia que, en su punto álgido, obligó a casi todos los centros escolares, institutos y universidades a cerrar sus puertas.
Aunque esta interrupción ha traído consigo innovaciones para el aprendizaje, también ha frustrado las esperanzas de un futuro mejor entre las poblaciones vulnerables.
Y todos y todas vamos a pagar el precio.
Después de todo, la educación es la base para ampliar las oportunidades, transformar las economías, combatir la intolerancia, proteger nuestro planeta y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En un momento en que el mundo sigue luchando contra la pandemia, la educación, como derecho fundamental y bien público mundial, debe protegerse para evitar una catástrofe generacional.
Incluso antes de la pandemia, unos 258 millones de niños y adolescentes, la mayoría de ellos niñas, no estaban escolarizados.
En los países de ingresos bajos y medianos, más de la mitad de los niños de 10 años no aprendían a leer textos sencillos.
En 2021, debemos aprovechar todas las oportunidades para darle la vuelta a esta situación.
Debemos garantizar la plena reconstitución del fondo de la Alianza Mundial para la Educación y fortalecer la cooperación mundial en materia de educación.
Asimismo, debemos redoblar nuestros esfuerzos para reformar la educación: formar a los profesores, poner fin a la brecha digital y reconfigurar los planes de estudio con el propósito de dotar a los estudiantes de las competencias y los conocimientos necesarios para prosperar en este mundo nuestro que evoluciona de manera vertiginosa.
Asumamos el compromiso de promover la educación para todos y todas, hoy y siempre.