Voces que salvan vidas
La Línea de la Vida está disponible las 24 horas del día los 365 días del año.
Las voces detrás de la Línea de la Vida, que abrazan con palabras las historias de ansiedad, de depresión, de violencia, de uso de sustancias y hasta de intentos de suicidio, son de mujeres y hombres que no muestran su rostro.
Las y los especialistas que ayudan y orientan a las personas que llaman vía telefónica construyen espacios seguros a través del diálogo para brindar atención personalizada. Una de esas voces es la de Rosa María Martínez Espíritu Santo, quien desde hace 25 años escucha con atención cada historia, pues conoce el poder de la palabra y sabe que todo lo que diga podría cambiar la vida de la persona detrás del teléfono. Por eso, ha dedicado gran parte de su vida a capacitarse.
Es licenciada en Trabajo Social, cuenta con una especialidad en Terapia Familiar, una maestría en Psicología Existencial y una maestría en Mindfulness, además de otros diplomados y cursos que le ayudan en su día a día. “Siempre me ha gustado estudiar para poder hacer mejor mi trabajo”, cuenta Espíritu Santo, quien no puede evitar conmoverse al recordar que hace varios años recibió la llamada de una joven que intentó quitarse la vida. “Tomé la llamada y la chica me dijo que aún tenía la soga en el cuello, que estuvo algún tiempo desmayada y que cuando despertó escuchó en la radio un comercial de la Línea de la Vida y por eso marcó…son esas coincidencias que una no puede explicar, pero que agradece”.
También recuerda cuando le fue necesario pedir ayuda a su supervisor porque recibió la llamada de un hombre desconsolado a quien se le había muerto su madre y no pudo evitar revivir el dolor que ella sentía por la misma causa, pues hacía un mes que había perdido a su mamá, “nosotros no somos ajenos al dolor y por eso tenemos nuestra red de apoyo”, dice. Cuando era niña soñaba con ayudar a la gente, pero de manera anónima. Ese deseo se le cumplió a Rosa María, quien siente mucha satisfacción de haber podido orientar e informar a una trabajadora del hogar de 65 años, que un día habló por teléfono con mucha angustia y desesperación, pues cada ocho días regresaba a casa para entregar su sueldo a dos hijos adultos que la violentaban.
“Ella pensaba que la iban a meter a la cárcel por abandonar a sus hijos…y quedó muy aliviada y hasta contenta cuando le expliqué que eso no le pasaría porque sus hijos ya eran muy mayores. Con esa historia me di cuenta de que muchas personas no tienen acceso a información y que en una misma ciudad hay millones de realidades”.
La Línea de la Vida está disponible las 24 horas del día los 365 días del año, entonces a veces tenemos días en que atendemos cinco llamadas de ideación suicida o incluso ya tentativas, “por eso yo digo que nosotros tenemos que dar luz en medio de esa oscuridad y sembrar una semilla de esperanza a la gente”.
Con esa idea coincide su compañero Julio Ernesto Vega, licenciado en Trabajo Social, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien sostiene que el encuentro telefónico a través del diálogo es donde las personas encuentran esperanza. “Gracias a la conversación, las personas modifican su percepción, van reconociendo sus propios recursos, sus propias fortalezas y habilidades, y encuentran formas de enfrentar la realidad”, narra Julio, quien se siente como una persona privilegiada al poder aprender de tantas historias. En cada llamada, busca estar presente con todos sus recursos, con toda la experiencia, para encontrar la mejor manera de aportar.
Al salir del trabajo su vida es como la de cualquier otra; “también cargo estrés, tengo diferencias con la pareja y con los hijos…finalmente, nadie está exento de estar expuesto a problemas personales y sociales, por eso valoramos mucho las sesiones de análisis de casos en las que nos permitimos la retroalimentación para poder ampliar nuestras capacidades”. A Julio le impactan mucho las historias de las personas que están en una situación de mucha vulnerabilidad, como la de un joven universitario con discapacidad motriz que marcó por teléfono porque constantemente era descalificado por su condición y porque no cumplía las expectativas del papá, que a su vez era muy agresivo con la mamá. Para este caso se siguió un protocolo específico, pues el joven tenía ideación suicida, es decir, existía un riesgo inminente.
Al igual que a Rosa María, a Julio también le tocó atender las crisis de salud mental que ocasionó la pandemia por la COVID-19. “Fueron años muy duros, porque esa enfermedad nos tocó a todos. Aquí tuvimos familiares y compañeros que fallecieron…Las personas llamaban porque habían perdido sus trabajos y no sabían qué hacer, escuchamos historias de personas mayores que estaban solas y no tenían qué comer y también hubo muchas llamadas por violencia doméstica”. Pero a la Línea de la Vida también marcan las niñas y los niños, que en la mayoría de los casos reportan violencia en sus casas y bullying.
Por otro lado, los jóvenes que le han tocado atender también tienen problemas por uso y abuso de sustancias, entre otros temas. Y en esta diversidad de historias, Julio siempre recuerda que todas las personas tenemos limitaciones, pero también recursos, “todos tenemos alguna capacidad o alguna habilidad y a partir de estas podemos encontrar el camino”.