Discurso del Secretario General de las Naciones Unidas durante la sesión de apertura del Foro Político de Alto Nivel sobre Desarrollo Sostenible
Pide António Guterres creación de impuestos solidarios y reestructuración de deuda para países pobres
Nueva York (Naciones Unidas).- Hace un año, nos reunimos en este Foro en medio de una inmensa incertidumbre en nuestro mundo.
La crisis del COVID-19 se había cobrado ya más de 200.000 vidas y había dejado la economía mundial en caída libre.
Desde entonces, la pandemia se ha cobrado las vidas de 4 millones de personas y ha devastado la economía mundial.
Sigue infligiendo un profundo sufrimiento, especialmente a las personas más vulnerables.
Mientras algunos países planean la recuperación, la pandemia se acelera en otros.
Como indica mi último informe a este Foro, la pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto dramático en el avance hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Se estima que el PIB mundial se redujo en un 4.6% en 2020.
En febrero de este año, 36 países de bajos ingresos se encontraban en una situación problemática de deuda nacional o en alto riesgo de caer en ella.
Se perdió el equivalente, en horas de trabajo, a 255 millones de empleos de tiempo completo, unas cuatro veces más que en el periodo 2007-2009.
La pandemia ha empujado a 124 millones de personas a la pobreza extrema. Casi una de cada tres personas en el mundo no podrá acceder a una alimentación adecuada en 2020, lo que representa un incremento de casi 320 millones de personas en un año.
El cierre de las escuelas continúa afectando a dos de cada tres estudiantes. Muchos de ellos, especialmente las niñas, podrían no regresar nunca a la escuela. Esta situación contribuiría a un incremento en los matrimonios y el trabajo infantil.
La violencia en contra de las mujeres se ha incrementado a niveles escandalosos, con informes que indican que los casos se han duplicado y hasta triplicado en algunos lugares.
Las cargas adicionales y sin remuneración de trabajo doméstico y de cuidados, están expulsando a las mujeres del mercado laboral.
Y los desafíos estructurales subyacentes a los ODS, como la crisis climática y la creciente desigualdad, se han vuelto aún más peligrosos.
Las concentraciones de dióxido de carbono están ahora en el nivel más alto en 3 millones de años, un 148% por encima de los niveles preindustriales.
La pérdida de la biodiversidad se está extendiendo a un ritmo alarmante y sin precedentes, con un millón de especies en peligro de extinción. Cada año perdemos 10 millones de hectáreas de bosques.
La desigualdad se mantiene en niveles insostenibles. La fortuna neta de unos 2 mil 500 multimillonarios aumentó en más de 5 mil 200 millones de dólares diarios durante la pandemia, mientras que 4 mil millones de personas siguen sin contar con ningún tipo de protección social básica.
Y mientras tanto, los conflictos y las crisis han ocasionado el desplazamiento forzoso de 1% de la población mundial.
Excelencias,
Este Foro Político de Alto Nivel tiene por objeto evaluar los progresos de la Agenda 2030. Pero debemos afrontar los hechos.
En lugar de progresar, nos estamos alejando de nuestros objetivos.
Ahora se espera que la pobreza mundial se sitúe en el 7% en 2030, sólo ligeramente por debajo del nivel de 2015.
Y con el aumento de la temperatura global, ya en 1.2 grados, estamos al borde del abismo.
Sigo creyendo que podemos y debemos darle la vuelta a esta situación.
Tenemos los conocimientos, la ciencia, la tecnología y los recursos para hacerlo.
Existen ejemplos inspiradores de cambios transformadores, inclusive durante esta pandemia.
Lo que necesitamos es unidad de propósito, un liderazgo eficaz de todos los sectores y una acción urgente y ambiciosa.
Para terminar con la pandemia en todos los lugares, y volver a poner en marcha los ODS, exhorto a echar a andar acciones decisivas en 4 áreas clave.
En primer lugar, todos, en todos lados, deben tener acceso a vacunas, pruebas, tratamiento y apoyo para superar la COVID-19.
El desarrollo y el despliegue de vacunas, incluido el mecanismo de equidad global el Acelerador ACT y el mecanismo COVAX, están ofreciendo esperanza.
Pero el acceso a estas herramientas, especialmente a las vacunas, es desigual en todo el mundo y dentro de los propios países.
La brecha global de vacunación contra COVID-19 representa una amenaza para todos porque, a medida que el virus muta, puede volverse más contagioso e inclusive más mortal.
Son bienvenidos los compromisos para donar fondos y dosis de las vacunas, pero estas promesas son insuficientes. Necesitamos cuando menos 11 mil millones de dosis para vacunar al 70% de la población mundial y acabar así con esta pandemia.
El mundo necesita un Plan Global de Vacunación para, cuando menos, duplicar la producción de vacunas, garantizar una distribución equitativa a través del mecanismo COVAX, coordinar su implementación y financiamiento, y apoyar los programas nacionales de vacunación.
Para llevar a cabo este plan, he pedido la creación de un Grupo de Trabajo de Emergencia que reúna a los países que producen y tienen la capacidad de producir vacunas, a la Organización Mundial de la Salud, a los socios del Acelerador ACT y a las instituciones financieras internacionales con capacidad para negociar con las empresas farmacéuticas y fabricantes, así como con los actores clave.
En este momento, es esencial financiar plenamente el Acelerador ACT y apoyar la hoja de ruta de inversión de 50 mil millones de dólares, liderada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud y la Organización Mundial del Comercio, para poner fin a la pandemia y asegurar la recuperación mundial.
En segundo lugar, necesitamos una acción climática urgente y ambiciosa, y esto incluye el aspecto de su financiamiento.
En la actualidad se está conformando un prometedor movimiento a favor de la neutralidad del carbono.
Para el próximo mes, los países que generan más del 65% de los nocivos gases de efecto invernadero y representan más del 70% de la economía mundial se habrán comprometido a alcanzar las cero emisiones netas.
Pero aún estamos batallando mucho para mantener el aumento de la temperatura global en la meta de 1.5 grados avalada en los Acuerdos de París.
Si queremos que la COP 26 de Glasgow se convierta en un punto de inflexión, necesitamos que todos los países se comprometan a alcanzar el objetivo de cero emisiones netas para mediados de este siglo, y que sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional tengan el objetivo de reducir las emisiones globales en un 45% para 2030, en comparación con los niveles alcanzados en 2010.
Los países en desarrollo también necesitan garantizar que tendrán el apoyo financiero y técnico para alcanzar sus objetivos ambicionados en materia climática.
Esto significa que los países desarrollados cumplan con su compromiso de movilizar 100 mil millones de dólares anuales antes de 2020, para la mitigación y adaptación.
Necesitamos un plan claro para cumplir estos compromisos y establecer un nivel de confianza esencial en la acción climática multilateral.
También necesitamos acelerar la transición del carbón, el petróleo y el gas a las energías renovables, por medio de la creación de empleos verdes y la reducción de las desigualdades.
Aunque el financiamiento público es fundamental, también lo es el financiamiento privado a gran escala.
Y necesitamos el compromiso de todos de que hacia el final de 2021, no se concederán nuevos créditos internacionales a las energías basadas en carbón.
En tercer lugar, debemos tomar en cuenta las lecciones que nos ha dejado esta crisis e invertir en sociedades más igualitarias e inclusivas.
La situación exige que todos los países proporcionen una base de oportunidades para todos, ampliando el acceso a la cobertura sanitaria universal, la protección social, la educación de calidad y la conectividad digital.
Necesitamos centrarnos en el impacto transformador del cambio de la dinámica del poder, a través de medidas ambiciosas para alcanzar la igualdad de género, así como un liderazgo equilibrado en todos los ámbitos entre hombres y mujeres, y medidas específicas para garantizar la inclusión económica de las mujeres. Debe haber tolerancia cero hacia cualquier forma de violencia en contra de las mujeres.
Todo plan de recuperación nacional debe incluir una inversión significativa en infraestructura y economía del cuidado. Esto aliviará la carga del trabajo de cuidados no remunerado, permitiendo que las mujeres se incorporen a la fuerza laboral, al tiempo que se crean empleos verdes y sostenibles.
Necesitamos centrarnos en el empleo y el trabajo decente, a través del impulso a la creación de empleos y capacitación para los jóvenes, la mejora de las condiciones y los derechos laborales, y el apoyo a las personas del sector informal.
Tenemos que invertir en una educación y capacitación que duren toda la vida, para garantizar una transición amable hacia la sostenibilidad y aprovechar su potencial generador de empleos.
En cuarto lugar, y como base de los avances en estas tres áreas, está la financiación del desarrollo.
En las economías avanzadas, los paquetes de estímulos fiscales han alcanzado casi el 28% del Producto Interno Bruto (PIB). En los países de renta media, esta cifra se reduce al 6.5%; y en los países menos desarrollados, al 1.8%.
Muchos países en vías de desarrollo no pueden invertir en la respuesta o la recuperación, debido a los agobiantes pagos de intereses y a las reducidas oportunidades de subir los impuestos.
Al retrasar una fuerte recuperación mundial, esta crisis de liquidez podría acabar costándole al mundo billones de dólares, así como crear nuevos focos geográficos de pobreza y hambre.
La solidaridad y el interés propio dictan que las economías avanzadas deben lanzar un salvavidas económico.
Recibo con satisfacción las medidas adoptadas por el Fondo Monetario Internacional, el G20 y otros, como la nueva ronda de Derechos Especiales de Giro, la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda y el Marco Común para el Tratamiento de la Deuda.
Pero necesitamos más. La ayuda debe extenderse a todos los países vulnerables de renta media y a los pequeños estados insulares en desarrollo que así lo requieran.
En el largo plazo, también debemos considerar reformas a la arquitectura de la deuda internacional, para que esta sea más equitativa.
La imposición fiscal es una de las herramientas más poderosas de los gobiernos para financiar el desarrollo sostenible. Celebro el acuerdo histórico que alcanzó el G20 para crear una nueva arquitectura fiscal internacional. Sin embargo, los gobiernos también deberían considerar la creación de impuestos solidarios para reducir las desigualdades extremas que se han generado a partir de la pandemia por la COVID-19.
Las políticas de impuestos también deberían utilizarse para acelerar el cambio hacia economías sostenibles y circulares.
Excelencias,
Nos encontramos en un momento crucial para las personas, sociedades, economías y nuestro planeta.
Tenemos que movilizarnos para hacer frente a esta crisis juntos. Este Foro Político de Alto Nivel puede ayudar a cambiar el rumbo.
Felicito a los 42 países que presentan este año sus Informes Nacionales Voluntarios, a pesar de las difíciles circunstancias.
Toda la familia de las Naciones Unidas está a su disposición como un socio firme en terreno.
Los primeros beneficios de las reformas que hicimos al Sistema de Desarrollo de las Naciones Unidas, ancladas en Coordinadores Residentes empoderados e independientes, han sido evidentes durante la crisis de COVID-19.
Pero para garantizar nuestro apoyo integral a todos los países en vías de desarrollo que lo requieran, el sistema de Coordinadores Residentes debe contar con un financiamiento adecuado y previsible. Hago un llamado a todos los Estados para que, en el proceso de revisión de la Asamblea General en curso, tomen decisiones audaces para asegurar dicho financiamiento.
Renovemos nuestra determinación de construir una recuperación de la pandemia que sea fuerte, sostenible e inclusiva, y de tomar medidas decisivas juntos para derrotar la crisis climática y mantener la promesa de la Agenda 2030.
Gracias.